EL AJUAR ( CARCAJADAS, ABUSOS, DESEOS Y AFONÍAS) OBRA DE TEATRO (POST FEMINISTA) EN 6 ACTOS (Y 6 IMÁGENES)
Performance + Fanzine (2009)
ACTO I / TAMBIEN PODÍA HABER SIDO DE OTRO MODO
El 5 de junio de 1989 un rebelde desconocido detiene durante media hora a una columna de tanques en la Plaza de Tiananmen. Ese mismo día me vino la regla. “Ya eres mujer” me dijo mi madre.
ACTO II/ UNA VERDADERA CASA TIENE QUE TENER PLANCHA
Paños de cocina, sábanas bordadas, toallas pequeñas, grandes, medianas, ollas a presión, pañuelos, miles de iniciales con flores y pajarillos, un juego de café, una cubertería, una vajilla con cubiertos de postre, una panera, delantales, colchas de ganchillo, sartenes antiadherentes, una plancha, una biquinera.
ACTO III/ NO QUIERO UNA BIKINERA SÓLO SER LIBRE.
Desde los 13 años hasta aproximadamente los 18 años mis abuelas y mi madre fueron construyendo poco a poco mi ajuar a la vez que me fueron domesticando (con todo su amor) para ser mujer y buena madre (maruja y obrera).
ACTO IV/ AUTOPSIA A UN AJUAR DE EXTRA-RADIO
A finales del siglo XVII y principios del XIX la clase que hizo suyos los valores de la domesticidad fue la burguesía. En el mundo en el que la productividad traspasó las fronteras familiares, para evitar la impresión de inactividad en la esfera familiar, se enfatizó la reproducción del proceso natural a cargo exclusivamente de la madre. De ahí el nuevo significado que cobró la dote y la preparación del ajuar en las mujeres. Una buena dote de mujer garantizaba que ésta, si era administrada correctamente por el marido, no tuviera que salir al mundo laboral para contribuir al sustento familiar. De idéntica manera la preparación del ajuar ocupó tanto a la madre como a las hijas durante el largo espacio de tiempo que transcurría desde que las hijas ya no necesitan cuidados directos maternales hasta la edad matrimonial. Este modelo familiar según transcurre el siglo XIX termina también por afectar a la clase obrera en dos sentidos. Que la mujer no tuviera que realizar trabajos productivos se convirtió en un rasgo de distinción social para el trabajador fabril, reforzando la idea de “cabeza de familia” como arquetipo de trabajador: así el trabajo productivo de las mujeres se consideraba “ayuda suplementaria” y prescindible cuando las condiciones laborales de los varones mejoraban.
ACTO V/ LA ANARQUÍA
Soy una figura nkisi del Congo, una especie de muñeca vudú vestida con retazos de mujeres colonizadas que me precedieron.
ACTO VI/ EPÍLOGO: CÓMO HACER UNA BOMBA CON UNA OLLA EXPRÉS
– Empecé a fotografiar el ajuar de mi madre y el mío como una forma de resignificarlo. ¿Podía, de alguna forma, dotarlo de otro sentido? ¿Había algo bonito en el arduo trabajo que empleó mi madre en hacerlo durante años? ¿Podía conservar algo bello de aquellos objetos? ¿Podía dejar de odiarlos? ¿Cómo había pesado el ajuar en el orden de los espacios propios? ¿El ajuar en sí mismo implica una concepción del orden y la estructura del espacio propio y compartido? ¿Por qué no había sido capaz hasta ahora de sacar de las cajas todo mi ajuar? ¿Qué hacer con todo ello?
– La forma de fotografiarlo tenía claro que no podía ser una cámara digital: instantánea, ligera, fácil. La forma tenía que ser el bodegón y la herramienta una cámara de placas complicada, pesada, trascendente. El hecho de fotografiar compulsivamente es igual al de consumir compulsivamente: volvemos al fetichismo de la mercancía o de la imagen. El ajuar se convirtió en un bodegón captado por mi cámara de 25 quilos.
– Una vez tuve las placas, estás me sirvieron para hacer desde collages hasta construir pequeños relatos.
– La última parte del trabajo fotográfico con el ajuar será un experimento performático: hacer cosas con esos objetos (sábanas, bordados, delantales, minielectrodomésticos…).
– Continuaré el trabajo del ajuar de matrimonio con el ajuar de nacimiento y el ajuar de muerte.